Resulta que la mayoría de nosotros estamos programados, usualmente por nuestros padres, para decir SI a todo porque hace parte de ser amables, de ser educados, para no despreciar o hacer un desaire a alguien, para no herir sentimientos. Y en cierta medida esto es válido porque así fueron educados nuestros padres y ellos nos transmitieron lo que consideraron que era lo mejor para nosotros. Luego, cuando crecemos, nos vamos haciendo conscientes de las consecuencias de nuestras acciones y nos damos cuenta de que por todos esos SÍ que hemos dicho a lo largo de nuestras vidas, nos hemos olvidado de nosotros mismos. Y es ahí cuando empezamos a sentirnos frustrados porque no hemos aprendido a cuidar nuestro espacio personal, nuestra dignidad; hemos caminado en contra de nuestros valores, de nuestra tranquilidad, de nuestra seguridad, sacrificando nuestros intereses. Buscamos decir SÍ para no quedar en deuda con otras personas y lo que estamos haciendo es quedar en deuda con nosotros mismos.
Queridos amigos y lectores, si se han sentido frustrados, estresados, presionados todo el tiempo, desmotivados, tristes, etc, porque todo el tiempo están en función de los demás y complaciendo a todos diciendo que SÍ, les cuento que hay una solución: APRENDER A DECIR NO. Sin culpas, sin temor, sin remordimientos. A nadie van a agredir con decir NO.
Aprender a decir NO no se trata de no querer darle bienestar a quienes te rodean - ser una fuente de felicidad para los demás es una cualidad valiosa -, pero debes tener en cuenta que, a menos que tu propio bienestar esté siempre garantizado, no podrás realmente compartirlo con los demás. Sólo podemos dar aquello de lo que ya tenemos suficiente; por muy buenas que sean nuestras intenciones, no podemos dar de beber a alguien más si nuestro propio vaso está vacío.
Cuando dices NO estás recuperando tu espacio personal, tu vida. Estás permitiendo que tus pensamientos, tus sueños, tus deseos, estén primero que los de los demás. Recuerda que para estar bien y sentirte bien, es importante ponerte en primer lugar. Cuando aprendes a decir NO se acaban los abusos porque aprendes a cuidarte: nadie va a jugar con tu confianza porque estarás más seguro de quién eres, lo que quieres y lo que sientes, te empezarán a tratar con más respeto. Se acercarán a ti las personas adecuadas, las que te aportan y construyen. Tus niveles de estrés disminuirán porque aprenderás a poner límites y esto va de la mano con conocerte y saber hasta dónde decides llegar.
Decir NO es sinónimo de amor propio, de autocuidado, por esto quiero dejarte unas preguntas para que empieces a reflexionar y des los primeros pasos en este camino:
Con qué frecuencia pones en primer lugar tus gustos e intereses?
Qué es lo peor que puede pasar si lo haces la próxima vez que te enfrentes a esa decisión?
Estás dispuesto a llenar tu propio vaso antes de dar de beber a quienes te rodean?
Abrazos.
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